sábado, 29 de octubre de 2011

el desayuno

No salgo de casa nunca sin meterme esto. Mi desayuno es siempre el mismo, sólo varía según la fruta de temporada. Ahora estoy con los últimos homenajes al melocotón de calanda: la frutera ya ha avisado de que no vienen más y parece que esta vez va en serio. Así que ya tengo los primeros kakis madurando en el armario. Y no nos podemos quejar este año, ¡todavía tengo un melón cojonudo en la nevera!

La base del desayuno, entonces, es una fruta de temporada, en este caso un melocotón de calanda troceado. Como son enormes, necesito más una ensaladera que un bol de desayuno. A esto le añado un yogur natural, muesli y otros cereales variados (palitos y copos integrales, avena...), un par de nueces, y ahora también avellanas porque hemos tenido cosecha reciente en el pueblo. También le echo una galleta, de capricho. Y para que no se haga un engrudo lo remojo con leche.


Y sí, me levanto media hora antes y merece la pena, porque es la comida del día que más disfruto y que más rica me sabe.

lunes, 24 de octubre de 2011

un año de tratamiento

Ya hace un año que salí del armario y empecé el tratamiento. Más o menos por estas fechas. Se puede decir que estoy de fábula. Como cosas que hace un año sería impensable que hubiera podido comer y mantener en mi cuerpo sin tener que sacarlas. Voy a comidas fuera y elijo los menús con sensatez, sin elegir la parte más grasienta de la carta y comer postre para luego escabullirme al baño sin remorderme la conciencia.

Porque la conciencia no es siempre una amiga. Tengo mala conciencia si como demasiado, y entonces tengo que vomitar. Pero también tengo mala conciencia si entre el atracón me he metido algún alimento saludable y lleno de vitaminas: por vomitarlo. Por eso, si salía a comer y veía que el desenlace iba a ser el previsto después de un banquete, lo que hacía era evitar desde el principio cualquier comida "buena". Nada de verdura o pescado. Ni probarlo, qué desperdicio.

Así que mis menús solían ser o sólo comida ligera que me diera pena echar (verdura, fruta, pescado, nada de salsas ni pan) o sólo cosas contundentes que me encantan y que no podía quedarme (carne, fritos, salsas, pasta, queso, chorizo...).

Cuando empezaba el atracón con conocimiento de causa solía ser feliz un rato mientras me ponía morada, me daba el ataque de mal rollo cuando me había llenado y me quedaba tranquila después de vomitar.

Cuando se trataba de comer comida "para quedármela", pasaba más apuros. Porque la línea que mi razón había trazado entre la buena comida y el atracón, el 'hasta aquí', llegaba bastante antes que mi disposición a dejar de comer. Y entre el 'un poquito más' y el 'a la mierda, ya me he pasado, ooooh vamos a pegarle al chorizo entonces', había un espacio muy pequeño y que además mi cerebro atravesaba como embotado y sin pensar.

A la mierda. Cuantas veces me he dicho esto sin palabras. Como soltar la cuerda con la que estás sujetando algo muy pesado y dejarlo caer. Y enseguida la liberación, el ratito feliz con las cosas más grasientas que tuviera a mano y luego el mal rollo, vomitar y quedarme tranquila... Aunque con una sombra en la cabeza, porque esta vez había empezado bien y no quería pegarme un atracón y he tirado un montón de comida buena por el retrete. Por esa sombra, a veces empezaba otra vez.

Ya hace un año que estoy en tratamiento y hoy he sentido la llamada del 'a la mierda'. El menú era una comida muy buena, con sopa de pescado y un trozo bueno de morcilla con pimientos. Pero me he comido media barra de pan en el proceso. Al volver a la oficina tenía deseos de comerme una pastelería entera y echar de paso la maldita barra de pan que me estaba agobiando en el estómago.

Bueno, está claro que mi vida ha cambiado. Hace un año no hubiera habido dudas sobre el desenlace de la comida de hoy. En realidad no hubiera salido con ella ni de casa. Sin embargo, hoy la mala conciencia de mi media barra de pan me ha durado un rato, he merendado una manzana y ahora simplemente intentaré quemar unas calorías haciendo algo de deporte antes de cenar. Mis ratitos felices con la comida, que los tengo, ya no me matan.

jueves, 20 de octubre de 2011

meriendilla con pechuga de pavo

Otra meriendilla con tortita de maiz como base. Hoy le he puesto unas rodajas de tomate fresco con un poco de sal, unas hojas de rúcula y un par de lonchas de pechuga de pavo (fiambre). Riquísimo.

mentes perversas

Me pasa este texto la psicóloga:

Las mujeres somos víctimas de un complot urdido por mentes perversas que se reúnen en un lugar secreto y deciden lo que ellos llaman "tendencias de moda". ¿Quiénes son?  ¿Cómo lo hacen? Yo me imagino que llega Paco Rabanne y dice: -Veo que este año se va a llevar el azul petróleo- y saltan a dúo Victorio y Lucchino: -Eso, y los jerséis sin mangas, pero de cuello alto, ¡que se jodan!

¡Y date por jodida! Porque la moda no es una industria. ¡Es una secta dirigida por maricas misóginos! Y de esos seres que nos odian ¿qué podemos esperar?

Realmente, yo me di cuenta del poder que tiene esta secta cuando intenté comprarme un vestido rojo. Parece fácil ¿verdad? Un vestido rojo. Pues no. ¡Porque las tiendas están en el ajo! Son los representantes de Dior en la tierra. Y claro, llego yo, y le digo a la dependienta:

-Buscaba un vestido rojo.
Y me suelta:
-¿Rojo? Este año no viene nada en rojo. Este año viene el azul petróleo.
-¿Y eso rojo de ahí?
-Eso es la funda del extintor, pero si quieres te la saco.

Así es como empiezan las sectas: anulando tu voluntad. Porque, de repente, me veo diciendo:

-Vale, sácame uno azul petróleo de la 38.

Y en ese momento, la dependienta me mira como se mira un Seat Panda desde un todoterreno:
-¿La 38? Tú estarás entre la 40 y la 42.

Claro, yo la miré a ella como diciendo: 'Y tú estarás entre gilipollas y tonta del culo' pero le dije:
-Perdona, yo soy una 38.
-No, si ya. Pero este año viene la 38 ceñida, ¿sabes?

Ese es el segundo paso de la estrategia de la secta. Disminuir tu autoestima para poder dominarte mejor. Ahí, yo dije:
-Con esto no me pillan. ¡Yo me pruebo la 38 aunque me la tenga que meter a rosca!.

Y claro, te miras al espejo y ves lo que ves. Una morcilla. Una morcilla azul petróleo.

Y digo yo: si en todo el mundo un metro es un metro y un kilo es un kilo, ¿por qué la talla 38 no es siempre la talla 38? Tú vas al Carrefour y la talla 38 se la puede poner King Africa; te vas a Versace y la 38 no se la pone ni Melody.

Total, que hice lo que hacemos todas: llevármelo. Sí, porque pensé lo que pensamos todas: 'Así me obligo a adelgazar.' 'Me obligo a adelgazar.' ¿Seremos idiotas? A las dos semanas te estás obligando a regalárselo a tu sobrina. ¡Es como comprarse unos zapatos del 34 para obligarte a que te encoja el pie!

Pero es que ese es otro de los síntomas de que estás entrando en la secta: someterte voluntariamente al sufrimiento físico. Aunque a veces, cuando todavía no estás abducida del todo, consigues tener un momento de lucidez y decir: 'No, no me lo llevo'. Y entonces, esa enviada del mal que es la dependienta te dice la frase definitiva:

-Llévatelo, no seas boba, ¡que lo puedes devolver!

¡Y lo compramos! Como lo puedes devolver... Eso es como comerte un trozo de moqueta: ¡como lo puedes devolver!

Así que volví a casa con mi vestido azul petróleo de la 38. Me lo pongo y le pregunto a mi marido:
-¿Cómo me queda?
-Pequeño.
-¿Sí? ¿Me marca mucho?
-Te va a hacer llagas.

Ahí me dije: 'Tere, modérate. Esta es otra prueba. La secta de la moda quiere que rompas lazos con tu entorno'. '¡No, no van a poder conmigo!'

Me lancé a la calle y no paré hasta que encontré el único vestido rojo que quedaba en toda la ciudad. Cuando lo vi, dije: 'Me lo compro! ¡Que le den a Paco Rabanne! Y que Victorio le dé a Lucchino...' ¡Ja! Y salí de la tienda triunfante, con mi vestido rojo. Pero la alegría me duró dos escaparates.

Es algo que nos pasa a todas las mujeres. De repente, se te viene el mundo encima: ´Coño, y qué hago yo con un vestido rojo, si este año se lleva el azul petróleo...' Oye, que no pude pegar ojo en toda la noche.

Tuve unas pesadillas... Estaba yo en una misa negra, atada de pies y manos, y los grandes gurús de la moda, rodeándome como en Poltergeist: 'Tereee. Veeeen hacia el glamouuuuur'
Total, que me desperté empapada en sudor y dije: '¡Vale, está bien! ¡Me rindo!' Me unté entera de vaselina para que me entrara el traje y me presenté en la boda de mi amiga Jesi vestida de azul petróleo.

Cuando llegué a la iglesia me encontré con que íbamos todas iguales... Allí había más azul petróleo que en una playa del golfo pérsico. Ahí te das cuenta de que te han captado, has entrado en la secta, y a partir de ese momento honraras a Victorio y a Lucchino, no nombrarás a a Chanel en vano y amarás a Dior sobre todas las cosas.

PD. ¿¿Alguien me puede explicar que coño es el color 'azul petróleo'?? Tardé siglos en comprender que las cosas pueden ser de color buganvilla, ¡no me jodáis ahora con el petróleo por favor! ¡El petróleo es negro como los cojones de un grillo!

martes, 18 de octubre de 2011

ensalada del mar II

Esta es otra ensalada que sirve como plato único, para una comida o una cena completas y sin mala conciencia. Lleva hojas verdes (lechuga, rúcula, canónigo, berros... lo que tengamos a mano); una tajada de merluza, aros de calamar y pimientos del piquillo, todos pasados por la sartén con un poco de ajo, y un cuarto de aguacate por persona. Es una buena solución tener meluza congelada: compramos una entera en lomos, la cortamos en raciones y envolvemos cada una en papel film y al congelador, para sacarla cuando convenga. Los aros de calamar los compramos congelados. Así no cuesta nada preparar este plato cualquier día que llegas a casa y no tienes nada para comer. El aliño al gusto, con semillas, levadura de cerveza, vinagre balsámica y aceite de oliva...

lunes, 17 de octubre de 2011

calma

Ya llevamos casi una hora debajo del agua. Todavía queda aire y a esta profundidad (unos cinco metros) parece que no se va a acabar nunca. El fondo de coral está a un metro por debajo de mí y con esta luz se distinguen perfectamente los colores. Delante de mí y a mi alrededor el arrecife sube hasta casi tocar la superficie, como los palcos de un teatro multicolor. Los rayos de sol entran oblicuamente haciendo luces y sombras y se reflejan en las nubes de pez cristal, como millones de espejos. Grupos de peces muy diversos pasan por delante, encima y debajo de mí; es como si yo no existiera. Los peces rojos son tan abundantes que se diría que la luz es de ese color. El agua tiene un brillo dorado por el sol.

Aunque más abajo, hace un rato tenía frío, aquí el sol calienta, reconforta. El resto del grupo anda por aquí, al alcance de la vista, pero ya no vamos a ningún sitio, ya sólo queda gastar el aire disfrutando de la ingravidez y del paisaje, y estamos dispersos, nadie te pasa rozando, no hay corriente.

Me quedo quieta un poco echada hacia atrás, como si estuviera en un columpio viendo el paisaje. Nada tira de mí hacia arriba ni hacia abajo. Aquí no hay gravedad y la calma es total. Sólo se oye mi propia respiración. Luz, color, miles de peces, y yo no estoy. Sólo la calma. Una profunda alegría que cosquillea en el estómago. Alegría y calma.

sábado, 1 de octubre de 2011

tostadas con zanahoria

se cortan un par de rebanadas de pan intgral y se tuestan. Encima se pone zanahoria rayada, un huevo duro bien picadito, unos ajos fritos en lonchas, un poco de sal, levadura de cerveza y un chorrito de aceite de oliva.