miércoles, 14 de septiembre de 2011

por qué estoy aquí

Después de 20 años como enferma "escondida" y tras muchos meses de tratamiento psicológico - psiquiátrico "a pecho descubierto", he ganado entre un sinfín de cosas, la capacidad de hablar en voz alta de mí misma sin echarme a llorar. No con cualquiera, pero sí casi de cualquier cosa. Sobre todo de mis agonías sin sentido con el peso y la comida, mis hambres insaciables, mis complejos con y sin fundamento, esas cosas que fueron tabú durante muchísimos años. No es que fuera una llorica, al contrario, era una experta en evitar sentirme acorralada y salía siempre airosa de las cuestiones personales con una sonrisa de oreja a oreja y más chula que nadie. Chula, yo!

Bueno. El caso es que una parte del tratamiento consiste en llevar un registro detallado de todo lo que comes. Y a mi psicóloga a la que debo tanto le hace gracia que me gusta cocinar, que me gusta entretenerme en hacerme cositas ricas cuando al parecer en nuestro "ambiente" (suponiendo que hubiera un ambiente entre las bulímicas, que nos fuéramos juntas de bares o algo así) aparte de engullir, cuando pasamos a la fase de cuidarnos, de querernos, no le echamos demasiada imaginación al asunto. Vamos, que comemos mejor, más equilibrado, olvidamos la comida basura aunque le hagamos un guiño de año en año (yo todavía no puedo) pero comemos soso. Que mucho manzana y yogur y filete de pollo con lechuga.
Así que me pidió que le apuntase mis meriendillas y mis platillos (más bien boles y ensaladeras) llenas de color y cosas ricas, bonitas y bajas en calorías para pasarlas entre las otras pacientes y me pareció muy bien, y se me ha ocurrido que ya de paso las puedo poner aquí. Y ya de paso, paso a limpio algunas cosas de mi cabeza y si alguien las lee bien, y si no, a mi me va a ir de coña hacerlo. Ya falta menos para estar bien del todo. Y esto creo que me va a acabar de ayudar.

Siempre me acuerdo de cuando dejé de fumar. El truco consistía en sentir la euforia de haberlo hecho desde el mismo momento de haberlo hecho, y contárselo a todo el mundo, creérselo, disfrutarlo de verdad, y como el mono realmente está en tu cabeza es muy fácil si tu cabeza te acompaña. Hace años y nunca he vuelto a sentir las ganas de probarlo. Y sin embargo no soy capaz de reproducir esa sensación con la "cura" o la "liberación" de la bulimia, en parte porque no es algo para gritar a los cuatro vientos como se podía hacer con el tabaco, en parte porque todavía no estoy liberada a pesar de lo mucho que ha mejorado mi vida.

Por eso creo que este poner por escrito mis pensamientos, alegrías y dificultades relacionados con la bulimia, y mis riquísimas recetas, puede ser un buen complemento a las sesiones con la psicóloga. Se lo contaré a ella a ver qué le parece.

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